domingo, 17 de julio de 2011

Crónica de un viaje a Retiro

Viajaba parado en el tren, el viernes a la mañana, de Tigre a Retiro. A mi lado, un viejo de piloto beige leía el Clarín. De repente se acercó un tipo de anteojos y le empezó a hablar.
-Le aconsejo que no lea ese diario; dice puras mentiras –el viejo apenas levantó la mirada por encima de las páginas y siguió leyendo.
-En serio le digo: es el pasquín que miente a favor de los intereses empresarios –esta vez el viejo ni levanto la vista, cerró los ojos con fuerza, los abrió y negando con la cabeza, mudo, siguió leyendo.
-Mire –le dijo el tipo, sacó un carnet azul de la billetera y lo puso entre la cara del viejo y el diario –soy periodista.
El viejo bajó el diario sacudiéndolo y miró al periodista.
-Basta –le dijo- ¿me dejas leer el diario tranquilo? – subió el diario firme como un biombo frente al periodista.
- Sabé que no está leyendo noticias sino cuentos –el tipo hablaba en voz alta, actuando para los que viajábamos –Clarín miente, y no es ese el problema, sino los que lo toman por realidad –el tipo pegó una cachetada al diario del viejo. El viejo bajó el diario de nuevo y miró detenidamente al tipo.
El tren bajó la velocidad al llegar a la estación Lisandro de la Torre, una señora que estaba sentada justo debajo mio y del viejo se levantó. Mientras el tren arrancaba de nuevo le hice un gesto al viejo para que sentara, pero el viejo con el diario a lo bajo, miraba al tipo con furia. No insistí y me senté.
-Crea en lo que le digo, Clarín fue cómplice de la dictadura… soy periodista, sé de que le hablo…
El tren iba tomando velocidad. Justo a mi lado tenía la mano grande del viejo, con venas hinchadas, sujetando el diario. Note que lo apretó fuerte. La cara se le había vuelto roja. Se acercó medio paso al periodista.
-¿Periodista de qué sos vos? ¿de un diario oficialista? Eso querés que lea, Mamarracho…
Las dos señoras que viajaban enfrente mío se rieron con saña.
El periodista lejos de calmarse, se sonrojó y siguió con su discurso.
El viejo ahora le contestaba.
Cara a cara empezaron a gritarse.
-Millones de dólares en publicidad, en el fútbol. La gente cagada de hambre….
- Este gobierno está acabando con la pobreza. Ingreso universal por hijo…
En eso otro hombre, con la cara poseada y la nariz roja, que iba hacia la puerta, se frenó y le dijo al periodista.
-Claro, todo con la plata de los boludos que trabajamos.
El periodista se dio vuelta.
-Eso, la distribución de la riqueza…
-La distribuyen para sus cuentas en Suiza –dijo el viejo.
Un hombre que iba sentado del otro lado del pasillo aplaudió fuerte. Las viejas ahora conversaban con rencor sobre la presidenta, por lo que no escucharon, sino seguro también hubieran aplaudido. El periodista se quedó callado. Pero un chico de campera de corderoy marrón y mochila que se había parado a escuchar la discusión, dijo como al pasar
-Seguro que Macri no tiene cuentas en Suiza…
El periodista señaló al chico, dándole la razón.
- QUE MIERDA ME IMPORTA MACRI –dijo el viejo.
-Es lo que representas –dijo el chico, ahora más seguro, pero siempre escudándose en el cuerpo del periodista – Y a la dictadura
El hombre de nariz roja volvió sobre sus pasos e inclinando la cabeza por el costado del periodista le dijo al chico
-Pendejo de mierda ¿qué sabes vos de la dictadura? –y siguió a gritándole mientras el chico seguía escudándose en el periodista y contestaba.
El tren iba toda velocidad, resonando sobre los rieles, cruzando entre la Recoleta y la Villa 21.
EL hombre de roja naríz, indignado con algo que le contesto el chico, quizo correr del medio al periodista, volaron un par de manotazos. El viejo intentó separarlos con la mano que sostenía el diario, por lo que entre los manotazos se desprendieron un par de hojas grises. El viejo quiso rescatarlas, alzándose entre los manotazos, pero cuando se inclinó para agarrar una se le cayó el diario entero al suelo.
Todos miramos el diario desparramado absorbiendo agüita sucia del piso.
Sólo se oía el ruido del tren: tu tun tu tun –tu tun tu tun.
-LA PUTA MADRE –gritó el viejo. Nadie le contestó.
El periodista dio media vuelta. El chico caminó detrás del periodista. Se oyeron algunos insultos aislados de algunos que habían estado mirando en silencio, otros que los aprobaban. El tren empezó a desacelerar. El viejo levantó parte del diario, pero al ver que estaba embarrado lo volvió a dejar en el suelo.
Llegamos a Retiro. Me levanté y salí caminando lento hacia la plaza. Hacía frío y llovía fuerte. Busqué el boleto antes de pasar por el molinete y me fijé en la billetera si tenía diez pesos para comprarme un paraguas.

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